Por Dios, qué risa! Eduardo Mendoza extrema su agudeza narrativa en esta original novela, descaradamente sarcástica y de ingeniosa actualidad ccsdpkm.
¿Cuál puede ser el resultado de mezclar mitología, fábula, magia y superstición; de desafiar el rigor histórico y la religión reuniendo en Nazaret a un filósofo del Imperio Romano en busca de la sabiduría y la certeza con un carpintero llamado José, su esposa María y su hijo Jesús; de parodiar la novela policíaca y convertir al filósofo en detective; y de sumar al imaginario colectivo la inteligente irreverencia del autor de La aventura del Tocador de Señoras?
El resultado es una inverosímil ficción llena de ironía que además de hilarante, es sorprendentemente crítica. Desde la perspectiva de la inocencia y la ingenuidad y también desde el sentido común disfrazado de sabiduría y fría lógica Eduardo Mendoza pone de manifiesto lo absurdo de las pasiones y vicios humanos, los instintos primarios vertidos en una sociedad aparentemente estructurada y normativa. Y así, atemporales, universales e increíblemente vigentes son las referencias al descontento social, al divorcio entre gobernantes y gobernados, a los poderes dispuestos a invertir en la violencia ajena o sencillamente a la especulación inmobiliaria.
Un humor jocoso y mordaz impregna esta novela que cuenta el intento por salvar de la crucifixión a un humilde carpintero acusado del crimen de un rico ciudadano. Pomponio Flato, el romano con flatulencias que intenta llevar a cabo las averiguaciones, es sin duda toda una declaración de intenciones en sí mismo. Pero no podemos dejar de mencionar también las diatribas y peroratas provocadas por los encuentros con Apio Pulcro, el tribuno corrupto al que acompaña cuando se ve inmerso en la investigación, con Lázaro, el mendigo tullido e informador, con Zara la samaritana prostituta y el resto de comparsas como el tonto soldado Quadrato, Mateo, el subversivo hijo de la víctima, o el mismo niño Jesús, el hijo del carpintero, claro está.
¿Cómo se puede decir tanto en tan pocas líneas con tanta elocuencia? ¿Cómo puede uno reírse de todo y de todos, incluso del propio género, con tanta elegancía?
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