martes, 10 de mayo de 2011

Sobre la traducción del título


El último encuentro es una novela corta, cuyo tema formal es el reencuentro de dos amigos después de cuarenta y un años de distanciamiento, físico y espiritual, después de haberse tratado como hermanos desde pequeños, cuando compartían internado en una escuela militar. Está ambientada en el imperio austro-húngaro, ya en decadencia, y las descripciones del antiguo esplendor de la familia, las cacerías, los bailes, el emperador, los menús y la colocación de los servicios de mesa…en un momento hay un cameo de la emperatriz Sissi, que pasa lánguidamente junto a uno de los protagonistas, que la admira por su delgadez y elegancia….en fin, que uno se introduce muy fácilmente en el contexto y se deja mimar por el lenguaje.
Lo curioso es que, de los dos amigos, el errante, digamos, el que se marcha, es un tal Kònrad, de origen polaco, de temperamento artístico, obligado a la carrera militar por la familia, de honorable ascendencia pero venida a menos, cuya descripción y la de su destino errante, Singapur y Malasia, y su nueva nacionalidad, la británica, nos produce un eco muy familiar.
La obra es un alegato a favor de la amistad. La amistad entre dos hombres, pero la amistad en general, también. Y ello nos lleva de nuevo a Joseph Conrad, cuyo tema tantas veces frecuentado es también la amistad, la fidelidad entre dos seres humanos que se identifican mutuamente, como remarcaba Montaigne en sudelicioso ensayo Sobre la amistad que escribió basado en su amigo La Boêtie.
Como muestra, un botón:
“Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. (…) ¿Qué valor tendría la amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca recompensa? (…) Tenemos que soportar que las personas que amamos no siempre nos amen, o que no nos amen como nos gustaría. Tenemos que soportar las traiciones y las infidelidades, y lo más difícil de todo: que una persona en concreto sea superior a nosotros, por sus cualidades morales o intelectuales.”
Y aquí Marai se descubre como un magnífico observador de la naturaleza humana, deshojando una cantidad de reflexiones deliciosas y muy enriquecedoras, según va avanzando la conversación, que en realidad es un monólogo, un largo monólogo ante un interlocutor silencioso y asombrado, donde vamos descubriendo las sinuosidades del alma humana y los misterios de nuestra naturaleza, bajo una apariencia de normalidad y de perfecta corrección. Lógicamente hay una mujer, -casi siempre hay una mujer…-también encerrando un misterio. En realidad hay varias mujeres: la madre francesa, la nodriza que le acompaña desde la infancia hasta la vejez, la esposa… En un mundo fundamentalmente masculino, el mundo militar, del honor, de los valores viriles, el mundo del padre, el del protagonista y su amigo, que les arropa y a la vez les aísla del mundo exterior, del que Kònrad trata de escapar, primero centrándose en la música y en el arte, y luego en las tierras lejanas de los trópicos, huyendo de una culpabilidad que es imposible de borrar. La culpabilidad: otro clásico tema conradiano, que aquí también aflora entre las divagaciones del protagonista.
Pero Marai se concentra, en esta obra, en las reflexiones del protagonista principal, y aunque el relato está contado en tercera persona, la mayoría del tiempo el protagonista está hablando o pensando, y por tanto en primera persona, con lo que hace muy fácil o identificarse con él, o, al menos, implicarse, como si nosotros fuéramos el contertulio a quien van dirigidas todos esos monólogos. El otro, el amigo, sólo aparece como un receptor de la discursividad ajena, con lo que nosotros los lectores, ocupamos su lugar con facilidad. El amigo calla. Escucha, asiente o niega, pero es un mero oidor. Son las reflexiones del protagonista principal las que soportan el peso de la historia. Y el final, al que se dirige toda la explicación, queda en el aire, a la espera que el lector, que también es un oidor, decida cuál ha sido la culpa y el pecado de quién. Que en realidad no importan. Lo que importa es cómo se llega a ello, las reflexiones que se encadenan hasta llegar a una conclusión. El tiempo ralentiza las emociones, y proporciona la ocasiónpara analizar las relaciones humanas, el amor, la amistad, el honor, la traición, la cobardía y el valor.

El personaje del mes

Cómo es: “Era alta y rubia. El pelo corto, color miel (…) A los cuarenta y cinco cumplidos sus piernas esbeltas y firmes avanzaban imprimiendo al cuerpo ese elástico balanceo propio de los adolescentes. El rostro redondo, los labios sobresalientes y bien delineados, denunciaba la sangre macedónica. Los dientes delanteros grandes y ligeramente prominente le daban una perpetua expresión burlona e infantil. La voz, algo ronca, pasaba de los acentos graves a una gama cantarina cuando deseaba afirmar algo con énfasis.

Qué dicen de ella: ”No tenía la menor idea del valor del dinero y lo usaba indiscriminadamente sin parar mientes en quién era el dueño. Tampoco tenía apego alguno por las cosas, de las que podía prescindir con una facilidad instantánea”.

Qué dice ella: ”Tengo la idea de cómo vamos a salir de aquí con dinero suficiente y sin mucho trabajo. (…) Escucha, se trata de poner una casa de citas ala que asistirán exclusivamente aeromozas de las compañías de la aviación que pasan por panamá y de otras muy conocidas”.

PERSONAJE:
OBRA: